ZARIF: LOS HERMOSOS EQUIPOS MILITARES NO SALVARÁN AL MEDIO ORIENTE

La Embajada de la República Islámica de Irán, envió a Radio centenario un artículo escrito por el Canciller de la República Islámica de Irán, Mohammad Javad Zarif, publicado este lunes 29 de mayo de 2017 en el New York Times con el título“Los hermosos equipos militares no salvarán al Medio Oriente”, en el que analiza el reciente viaje de Donald Trump a Arabia Saudita. Reproducimos a continuación este artículo.

“Contrariamente a los sauditas, Irán busca una salida política para Siria e Irak. ¿Acaso no se le debe dar otra oportunidad a la paz?
Mientras el Sr. Trump era recibido en los palacios de la familia real saudita tras la firma de un histórico contrato armamentístico, el pueblo de Irán festejaba los resultados de una elecciones reales y desafiantes. Las elecciones  mostraron la determinación de los votantes iraníes de dar continuidad al camino de moderación e interacción constructiva sobre la base del respeto mutuo, un camino que posibilitó el acuerdo nuclear de 2015.
Si la eficiencia de los métodos anteriores se tomase como criterio para el éxito en el futuro, otros 110 mil millones de dólares en armamento, “no quitarán de los hombros de Washington la carga que suponen gastos adicionales” ni tampoco ayudará a “la seguridad a largo plazo de Arabia Saudita”, como afirma el Departamento de Estado de Estados Unidos. La última vez que los sauditas gastaron una de estas desmesuradas sumas pagaron más de 70 mil millones de dólares en la década de los ochenta para armar a Saddam Hussein para invadir Irán pero: vean cuales fueron los resultados de esta acción para el mundo y para ellos mismos.
Por lo tanto, en el más optimista de los casos, el Sr. Trump se está dedicando a la extorsión y el despojo de nuestros vecinos sauditas, de un dinero que en realidad no están en capacidad de pagar. En el más pesimista de los casos él convertirá a los Estados Unidos en un mercenario de sauditas en Medio Oriente - lo feo de este caso se hace más visible cuando sabemos que 15 de los secuestradores de los aviones implicados en los sucesos del 11 de septiembre eran de nacionalidad saudita.  Tal y como sugiere la represión al pueblo en Arabia Saudita justo antes de la visita del Sr. Trump y el mortal  ataque del régimen de Bahrein contra las protestas populares en ese país, inmediatamente después de este viaje, los gobernantes déspotas de la región sienten que han recibido un cheque en blanco para reprimir todas las manifestaciones pacíficas restantes.
En otras palabras, algo muy malo está sucediendo en esta parte del mundo.
Para evitar una mayor propagación del flagelo del terrorismo y el extremismo violento, los líderes responsables de las capitales regionales y del resto de los países del mundo deben actuar con urgencia y dar pasos serios e inmediatos en el enfrentamiento a estos peligros. Más allá de los bailes de espada y banquetes protocolares, existen en la región contradicciones fundamentales que deben ser abordadas.  
En Yemen, Arabia Saudita está atacando a las milicias Houthi, que ha demostrado ser la única fuerza capaz de derrotar a Al Qaeda en la Península Arábiga (AQAP), el grupo más letal de la actual red terrorista mundial. Los partidarios occidentales de la coalición dirigida por Arabia Saudita exponen que su motivación es el apoyo a la "democracia", mientras que ese mismo concepto tiene pocos seguidores en Riad o entre otros aliados árabes de Estados Unidos.
La tragedia de Yemen desafortunadamente se repite también en Siria. Allí también las fuerzas que están en la primera línea de combate contra los extremistas wahabíes están siendo amenazados simultáneamente por la política antiterrorista de los países occidentales, una política que a menudo es arbitraria en su distinción entre aliados y enemigos.
Permítanme ser más claro: lo que el Presidente Trump llamó "gran cantidad de hermosos equipos militares" no drenarán los pantanos creados por las sucias aguas del terrorismo y la militancia extremista. Ni las cadenas de oro, ni las esferas brillantes proporcionan una solución mágica a los desafíos socioeconómicos y políticos que impulsan el extremismo. Lo único efectivo será el esfuerzo real para forjar una interacción inclusiva entre las potencias regionales, basada en una política de convivencia y aceptación de que las soluciones militares son inútiles.
Mientras que Arabia Saudita gasta incontables millones promoviendo la iranofobia para distraer la opinión pública de su exportación global, o sea el wahhabismo - que inspira la ideología extremista de Al Qaeda, el llamado Estado Islámico y muchos otros grupos terroristas que causan estragos desde Karachi hasta Manchester-, Irán ha estado ayudando a las víctimas del extremismo en Irak y Siria. Al ayudar a impedir que el Estado islámico se apodere de Bagdad y Damasco, Irán está apoyando activamente una solución política a los conflictos en ambos países.
En 2013, Irán propuso un cese inmediato al fuego y un plan para poner fin a la guerra en Siria. Durante más de dos años, Arabia Saudita rechazó categóricamente la premisa de que el conflicto sirio no tenía solución militar, aferrándose a la ilusión de que al arrastrar a Estados Unidos a la guerra sus marionetas extremistas lograrían la victoria en el campo de batalla. Tras la pérdida de innumerables vidas, finalmente en 2015, nuestro plan sobre Siria se convirtió en la base de la resolución 2254 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
Recientemente, la iniciativa de diálogo liderada por Irán, Turquía y Rusia, aunque lejos de ser la ideal, logró ser un mecanismo eficaz para la reducción de las tensiones. La diplomacia de doble vía en Siria, donde los combates han disminuido y los esfuerzos antiterroristas han tenido progresos, proporciona una fórmula creíble para la resolución de otros conflictos de la región.
Con siete millones de yemeníes al borde de una hambruna provocada por la acción del hombre y virtualmente la mitad de la población de Siria desplazada, las crisis son demasiado urgentes como para perder el tiempo apuntando al otro con dedo inquisidor. Más bien, para encontrar una solución confiable y duradera que ponga fin a estas calamidades, las potencias regionales deben identificar y abordar los problemas subyacentes que favorecen el extremismo violento.
En este sentido, Estados Unidos y sus aliados tienen hoy dos opciones. Pueden seguir prestando su apoyo material y moral y animar a los autores de la guerra a intensificar sus esfuerzos belicistas, aun cuando su inefectividad ha quedado demostrada y sólo trae más muerte y destrucción, complicando aún más el camino hacia una solución duradera, o, tal y como ha afirmado Irán desde el primer día, estos gobiernos pueden concentrarse en ayudar a forjar soluciones políticas inclusivas con la participación de todos los grupos políticos involucrados.
En 1990, cuando yo era un joven diplomático, fui testigo de cómo, después de la decisión de Saddam Hussein de invadir Kuwait y volverse en contra de sus financistas árabes, los ministros de Relaciones Exteriores de Arabia Saudita y sus aliados árabes se opusieron a la oferta de su homólogo iraní para explorar un mecanismo inclusivo para la seguridad regional. Luego de gastar miles de millones de dólares en armas y después de años de ilimitado derramamiento de sangre, hemos regresado al punto de partida.
Si no rompemos este ciclo, sólo estaríamos dejando esa tarea trascendental a nuestros hijos y nietos. Debemos ser la generación que aprende de la historia en lugar de ser la condenada a repetirla.”