11 de octubre de 2006

MENSAJE DE LA 36

ENTRE DOS FUEGOS
“Córranlos cuanto antes, váyanse de una buena vez”

En ocasiones escuchamos voces dentro de la izquierda de nuestro país, que bajo el peso de cada derrota de los trabajadores con los capitalistas, o con el Gobierno, o los sectores oficialistas, son arrastrados por el pesimismo y se dejan llevar por la insuficiente influencia en los sectores populares.
¿Qué podemos hacer nosotros? No podemos hacer nada, dicen estos compañeros.
Después del Congreso obrero, estos elementos reconocen de la derrota, que no conocemos “el estado de ánimo de las masas”, cuando mucho menos podremos poner en pie a los trabajadores.

Después de los reveses sufridos por los izquierdistas en el Congreso obrero, pareciera que este estado de ánimo se ha visto reforzado.
Entonces se apresuran a agitar la consigna de que hay que ir hacia el trabajo social, contraponiendo a lo que se dice críticamente sobre el gobierno progresista, y de la importancia de participar en las elecciones internas del Frente Amplio.

¿Qué vamos a hacer con Astori en el gobierno? Nada podemos hacer para evitar que nos expulsen del FA. En este pesimismo reconocemos un peligro capaz de causar un grave daño al movimiento de izquierda.
Hace falta la autocrítica indudablemente necesaria para todo partido o grupo de izquierda. No se debe abandonar ningún campo de batalla y la confrontación electoral forma parte de la lucha popular.
Dice Lenin que “nada hay más banal para los trabajadores que el optimismo fruto de la presunción”.

Más allá de los resultados negativos recientes es legitimo que continuemos insistiendo en la necesidad de ahondar nuestra influencia en la gente a través de nuestra propaganda y agitación marxista y nuestro reconocimiento de la lucha económica de los trabajadores.
Los valores doctrinarios no deben relegar las tareas políticas de primer orden del momento.

Sin ser los únicos ni los más destacados, hace falta señalar que la lucha por intentar que se gobierne a favor del pueblo y no de la gran burguesía se ha venido dando internamente.
Hasta cuanto la crítica y la confrontación a sido efectiva y en que se puede pensar que se a retrasado en algo el proceso capitalista neoliberal es imposible medirlo con exactitud.
Pero la pregunta puede formularse de otra manera más accesible a obtener cierto resultado positivo.
¿Si las fuerzas de izquierda no hubieran actuado de manera crítica desde el primer viaje de Vázquez y Astori a Washington?
¿Si no se hubiera denunciado desde el primer día el acercamiento a la política exterior de Bush?
¿Si no se hubiera atacado desde un comienzo el ALCA, el TLC, el envío de tropas de ocupación a Haití, o las maniobras UNITAS?
¿Cómo hubieran sido las cosas si no se hubiera denunciado el decreto a favor de la privatización del agua en Maldonado, la firma del Tratado de Inversiones con Estados Unidos, la Cárcel especial para los violadores de derechos humanos?.

Sin presencia Parlamentaria, la izquierda ha batallado en otros ámbitos menos relevantes pero no por ello menos destacados. La Mesa Política, los Congresos y Plenarios de la fuerza política, en su propaganda y agitación en los medios de prensa.
Es necesario llevar a cabo la labor de influencia dentro del pueblo. La izquierda sin llevar a cabo esta labor dejaría de serlo.
Contar con influencia dentro de las grandes mayorías y a la vez obtener la adhesión y el respaldo de las grandes masas es lo ideal para cualquier partido de izquierda.
Pero también hace falta realizar la labor política que contribuya a elevar la conciencia de los trabajadores y sectores populares para que los cambios políticos y las decoraciones nos aparten de esta labor permanente.
Sin este trabajo la actividad política degenera en un juego, y solo se puede poner en pie a la clase trabajadora cuando ella despierta y pone su interés en participar en los acontecimientos con fuerza.
Siempre es necesaria esta labor y hay que remarcarla después de cada derrota pues la debilidad ideológica es siempre la causa de la derrota de los trabajadores.
También es preciso recordar siempre subrayando la importancia pues de otro modo la victoria siempre será aparente y sus frutos no serán seguros.
Una victoria parcial puede hacer bajar los niveles de nuestra vigilancia y atenuar la desconfianza hacia los aliados inseguros y permita dejar pasar el momento de seguir presionando al gobierno con más fuerza.

También escuchamos voces que reclaman la salida del Frente, confundiendo gobierno con fuera política, induciendo de esta manera a abandonar cierta altura del terreno estratégica para el combate y convidándonos a juntarnos en el llano. Pasa entonces que no pocas veces quedamos “en medio del fuego cruzado”, mientras por la derecha y el centro nos golpean para corrernos de una buena vez, desde cierta izquierda nos convidan a que nos vayamos cuanto antes del FA.

En nuestra actividad de propaganda política habrá siempre algunos elementos de educación política. Es preciso tratar de aportar algo cada día a los trabajadores con la esperanza de que desempeñen un papel combativo para emancipar a todos los trabajadores. Hay que saber llegar a los compañeros retrasados, menos desarrollados, menos influenciados por el marxismo, para poder hablar con ellos y establecer contacto con ellos para alcanzar a elevarlos como proponía Lenin pacientemente hasta el nivel de la conciencia marxista. Sin que se convierta nuestra doctrina en un dogma enseñándola solo en los libros. La doctrina debe enseñarse en la actividad cotidiana.
Nosotros no debemos olvidarnos lo que con frecuencia algunos izquierdistas olvidan y reducen las tareas políticas a una simple labor pedagógica.

Sin triunfalismo fáciles, pero tampoco con pesimismo irracional deberemos encarar la batalla electoral interna. Hay que confiar en la fuerza de nuestras ideas y los niveles organizativos que alcancemos. No vale la pena sustituir la labor de propaganda y agitación por la pasividad de esperar milagros producto de los razonamientos producto del sentido común.

Quienes hablen con la gente y sean capaces de enfrentar la realidad, “tomando el toro de las guampas”, se acercarán mucho más a la verdad y podrán tener una idea sobre las posibilidades de alcanzar el objetivo de mantener un lugar en la mesa Política.
La única tarea válida en treinta días que quedan es comenzar a recorrer casa a casa y persona a persona.
En la propaganda mural ni picamos. En la publicidad en los medios ni apareceremos.
La izquierda no figurará en las encuestas, en los programas de televisión, ni en las páginas de los diarios y semanarios.
Diez mil volantes o cien mil dan lo mismo que una gota de agua en el desierto.
Una mesita repartiendo volantes en Montevideo o diez mesitas no cambia la cosa.
En cambio cuando se habla mano a mano con un vecino, con un compañero de trabajo, con una familia, en una reunión de tres o cuatro, allí estaremos creciendo en serio, avanzando, conquistando, Convenciendo, argumentando, persuadiendo y aprendiendo.

El trabajo es mano a mano, sobre el terreno, en cada barrio, en cada ciudad o pueblo del interior.
La única fuerza de que disponemos es la militancia y esa fuerza se debe usar en toda su potencia y dimensión. Diez compañeros pueden hablar el mismo día con otros diez más. Y la izquierda tiene diez, veinte cien, doscientos, tal vez trescientos militantes. Trescientos militantes hablando, recorriendo, persuadiendo, discutiendo, convenciendo ¿a cuántos pueden llegar a convencer en estos treinta días?

Escojan los argumentos imprescindibles para el debate.
Armen su propia lista de personas a visitar.
No pierdan tiempo con los oficialistas, los acomodados, los que tienen intereses económicos o personales con el gobierno.
Tampoco pierdan tiempo con los que desprecian la instancia electoral.
Apunten a conversar con la gente de buena fe que ha sido engañada, que está confundida, que tiene dudas, que no comprende.

ESTA ES LA LABOR PRÁCTICA QUE COMPARTE CON LA DOCTRINA NUESTRA, LA TAREA REVOLUCIONARIA AL DÍA DE HOY.