La institución cultural presenta dos ciclos por demás atrayentes.
Cine español de culto
La expresión “cine de culto” sirve para casi cualquier cosa, y ha perdido una parte de su sentido con el correr del tiempo. En una época refería a películas poco apreciadas por la crítica autoproclamada “seria” (suponiendo que eso exista), y que sin embargo convocaban por su irreverencia, su originalidad o su mera extravagancia (y hasta por pertenecer al subgénero too bad that’s good) a un grupo más o menos significativo de fervientes seguidores: el ejemplo clásico es The Horror Rocky Picture Show, pero podía extenderse a sanguinarios gialli italianos, monster movies de los años cincuenta… o Blade Runner (esta última pasó de “película de culto” a obra maestra del cine, a secas, en seis meses, pero es un caso un tanto especial).
A estas alturas podría sostenerse que la libertad de cultos reina, y que casi toda película tiene sus seguidores apasionados y dogmáticos que miran con sospecha a los adeptos del culto de al lado.
El presente ciclo es, de alguna manera, un ejemplo de ello, y una selección de varios cultos, desde el hitchcockismo de Amenábar en Tesis, hasta el magnífico ejercicio documental de El desencanto; el drama sociológico y juvenil de Deprisa, deprisa; variantes del humor como Amanece, que no es poco, los despliegues alados de Tobi, y el ejercicio terrorífico de La novia ensangrentada. Globalmente, un conjunto de películas de interés (y al menos dos títulos de cineastas mayores, el Chávarri y el Saura), que en varios casos pueden interesar a más gente que los seguidores de un culto particular.
Keaton cortoA nadie importan ya las comparaciones con Chaplin, o el mito de su presunta “cara de piedra”. Hace mucho tiempo que Buster Keaton (1895-1966) llegó para quedarse al panteón de los máximos artistas que ha dado el cine y quien aún quiera discutir eso será mejor que deje de leer aquí mismo.
Después de pasar literalmente toda su vida en el vaudeville con sus padres y sus hermanos, Keaton descubrió y fue descubierto por el cine en 1917, gracias al cómico Roscoe Arbuckle, junto a quien trabajó durante tres años. Después, entre 1920 y 1923, Keaton protagonizó y dirigió (casi siempre en colaboración con Eddie Cline, un par junto a Mal St. Clair) diecinueve cortometrajes de dos actos que sentaron las bases de su estilo cómico. En ellos se encuentran todos los rasgos que luego caracterizaron sus films de largo metraje: la inventiva infinita para resignificar todas las cosas y sus funciones, la destreza física, la transgresión de todos los tabúes por el humor y desde luego la pasión por la mecánica, no sólo de los objetos sino también del relato cinematográfico y de la puesta en escena. Con esas y otras herramientas llevó al cine una visión del mundo pragmática y fatalista, pero al mismo tiempo creó un personaje estoico, animado por una inteligencia prodigiosa al servicio de la voluntad de sobrevivir.
A diferencia de los films de Chaplin, que nunca salieron de circulación, la mayoría de los cortos de Keaton dejaron de verse durante décadas y fueron recuperados con dificultad. A veces ese rescate sucedió justo a tiempo, antes de que el único original conocido se descompusiera (como en el caso de El barco) y otras veces la exhumación llegó de a poco (como ocurrió con Mala suerte), a lo largo de varias décadas. La muestra se completa con dos films extraordinarios que Keaton hizo en Canadá, recreando, sobre el final de su vida, el estilo de sus mejores años.
Programación y textos por Fernando Martín Peña.
Cinemateca Uruguaya – Bartolomé Mitre 1236, Montevideo, Uruguay. Teléfono: (+598) 2914 75 69


