martes, mayo 20, 2025
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Memoria, juicio y castigo

Desde Radio 36 Centenario no olvidamos lo que ocurrió, antes, durante y después de la última dictadura cívico militar en Uruguay con cientos de compatriotas que fueron detenidos , torturados y desaparecidos.

Pie de foto: Rosario Barredo, William Whitelaw, Héctor Guitierrez Ruiz, Zelmar Michelini.

GUTIERREZ RUIZ, Héctor; MICHELINI, Zelmar; WHITELAW BLANCO, William Allen y BARREDO, Rosario. Muerte: 20/5/76. Asesinados en Argentina.

Los cuatro -junto con los 3 niños Barredo- fueron secuestrados el 18 de mayo de 1976. Sus cadáveres, que presentaban signos evidentes de tortura, fueron hallados cuatro días después, dentro de un automóvil, en la intersección de las avenidas Perito Moreno y Dellepiane.

Los niños fueron liberados recién a ocho días de estos sucesos y luego de una intensa campaña de prensa.

Por la trayectoria  y el carácter de legisladores de  Michelini y Gutiérrez Ruiz, su asesinato se transformó en el caso más emblemático de la represión desatada por la dictadura uruguaya y el funcionamiento del Plan Cóndor, en el cual los militares de Uruguay y Argentina actuaban indistintamente en ambos países.

En este marco, jugó un importante papel el canciller de la dictadura uruguaya Juan Carlos Blanco para el secuestro y posterior asesinato de los legisladores uruguayos.

Michelini y Gutiérrez Ruiz se encontraban exiliados en Argentina.

Zelmar Michelini trabajaba como cronista internacional en el diario «La Opinión» de Buenos Aires y como consecuencia de las amenazas que recibía constantemente, así como la negativa por parte de la cancillería uruguaya a otorgarle la renovación del Pasaporte que se le había vencido, con fecha 5/5/76 (13 días antes de su secuestro), escribe una carta a su compañero Roberto García, en la que le dice textualmente:

«Amigo Roberto: En estos días he recibido amenazas telefónicas anunciándome un posible atentado y además un traslado por la fuerza y contra mi voluntad a Montevideo. Me llega asimismo la información de que el ministro uruguayo Juan Carlos Blanco plantearía ante las autoridades argentinas, la necesidad de que se me aleje de este país. No sé cuál puede ser el curso futuro de los acontecimientos, pero en previsión de que efectivamente un comando uruguayo me saque del país, le escribo estas líneas para que usted sepa que no tengo ni he tenido ninguna intención de abandonar Argentina y que si el gobierno uruguayo documenta mi presencia  en algún lugar de territorio uruguayo, es porque he sido llevado allí en forma arbitraria, inconsulta y forzada. No sería la primera vez que se intenta hacer aparecer como voluntaria lo que es una actitud impuesta por la prepotencia y el salvajismo. Disculpe esta molestia y le agradezco desde ya el uso que usted haga si es necesario, de esta confidencia.

Su amigo: Zelmar Michelini»

Coincidentemente con los datos que manejara Michelini en la carta enviada a su amigo y compañero de trabajo, dos o tres días después llegó a Buenos Aires Juan Carlos Blanco, quien se entrevistó en forma privada con el Ministro de Relaciones Exteriores de Argentina.

Posteriormente,  Michelini recibe la orden de expulsión del territorio argentino, razón por la cual concurre junto con su abogado a la Dirección de Inmigraciones, circunstancias en que la máxima autoridad del lugar le transmite a su abogado que el expediente de Michelini venía muy cargado no sólo desde la SIDE (Servicio de Información del Ejército- Argentina) sino que también se incluía información enviada por el gobierno uruguayo en el sentido de que tanto Michelini como Gutiérrez Ruiz eran importantísimos dirigentes tupamaros.

Por éstas y otro cúmulo de datos y evidencias que existen, es que más allá de las negativas que se producen a todo nivel en los militares y personeros de la dictadura desde entonces, el secuestro y posterior asesinato no puede despegarse en ningún momento de las órdenes impartidas desde las más altas esferas, que fueron tejiendo una telaraña de mentiras y persecuciones alrededor de ambas personalidades, acorralándolas de tal modo que finalmente concretaron el asesinato que aún hoy, sigue impune.

««Yo soy un ejemplo de las condiciones subjetivas» sonreía en su exilio de Buenos Aires el diputado Héctor Gutiérrez Ruiz. Venía de una familia de hacendados, era del Partido Blanco, había hecho una meteórica carrera hasta ser presidente de la Cámara de Diputados.

Todo eso, más las posibilidades que el sistema uruguayo ofrecía a un joven político tradicional, quedó trunco de pronto en la noche del golpe militar de 1973, Mas para Gutiérrez Ruiz, esa ruptura con sus orígenes quizás había empezado a esbozarse desde antes, cuando su clara inteligencia lo llevaba a analizar con sus amigos los defectos de las corrompidas estructuras del país, a denunciar las torturas de presos, a tantear dentro de su partido la verdad y la mentira de las tendencias que lo dividían.

Las condiciones subjetivas que tomaba a broma en Buenos Aires este hombre que nunca fue marxista, pero que murió como un revolucionario, lo habían alcanzado mucho antes, y el destierro le impuso otras, que él aceptó con la misma jovialidad con que enfrentaba en la Cámara de Diputados a un generalote ministro de Defensa, o a los pequeños amanuenses parlamentarios de la dictadura. En Buenos Aires, Gutiérrez Ruiz quedó librado como otros uruguayos, a su capacidad para subsistir, pero sobre todo para no dejarse involucrar en el medio cínico y materialista de la gran ciudad.

Con mayores posibilidades económicas, las compartió con los más desafortunados, fue uno de los exiliados que polarizaban en su torno, para la ayuda o el consejo, a los recién llegados o a los más débiles. Gutiérrez Ruiz, cuando volviera, ya no iba a ser el joven político tradicional electo en 1971. Las «condiciones objetivas» ya lo determinaban y empezaba a ver cual debía ser el Uruguay a rescatar de la dictadura. El régimen también sabía de esa transformación de Gutiérrez Ruiz, quien vivo era cada vez más peligroso, a medida que pasaba el tiempo.»

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