Paysandú vive una paradoja en términos edilicios. Según el último censo, más del 15% de las viviendas del departamento –casi ocho mil en total– están desocupadas, muchas de ellas en estado ruinoso. Sin embargo, el mercado inmobiliario se mantiene activo: se multiplican los edificios de apartamentos, los alquileres escasean y los inversores locales vuelcan capital en propiedades que se venden antes de que se termine la obra.
Marcel Lucuix y Diego Stagno, presidente y vicepresidente de la Cámara Inmobiliaria de Paysandú, quienes desde hace años conocen de cerca los vaivenes del sector, dejaron en evidencia esta dualidad.
En conversación con EL TELEGRAFO, coincidieron en que la raíz del problema no es la falta de compradores, sino la distancia entre el precio que muchos propietarios “pretenden” y el valor real de mercado.
“Hay una diferencia muy importante entre pedir y valer”, resume Lucuix. “El vecino pide tanto y yo no voy a pedir menos que él, pero una cosa es pedir y otra es lo que la propiedad realmente vale”.
Stagno aporta otro ángulo: “Nadie que tenga una propiedad en condiciones, con la documentación al día, deja de sacarle frutos. Si no se vende es porque el precio no es acorde. Todos conocemos casas que llevan años en venta y sólo rota la cartelería”.
