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A qué se llama Estado palestino mientras Israel comete más genocidio

Foto:Tierra palestina tomada por Israel desde 1947.

Se llama Estado palestino, en el mejor de los casos, al 22% de la Palestina histórica. La mayor parte de ese 22% también está ocupada por Israel: son islotes sin conexión territorial y controlados por la potencia ocupante

En los últimos días otros diez países han reconocido el Estado palestino, entre ellos, Francia y Reino Unido, miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU. El paso británico es especialmente simbólico, ya que Londres fue potencia ocupante de Palestina tras la Primera Guerra Mundial y firmó en 1917 la Declaración Balfour, por la que se comprometía a apoyar “un hogar nacional para el pueblo judío” en esa tierra. Es decir, contribuyó activamente al proyecto colonial israelí y ha seguido haciéndolo hasta ahora.

Reconocer el Estado palestino es un gesto simbólico que puede significar una cosa y su contraria, si no va acompañado de las medidas necesarias para acabar con el genocidio, el apartheid y la ocupación colonial israelí. A día de hoy el Estado palestino sigue siendo un significante vacío, como la expresión “solución de los dos Estados”, empleada incluso por mandatarios que dicen defenderla pero actúan favoreciendo lo contrario.

Cuando se habla de Estado palestino se está hablando, en el mejor de los casos, sólo del 22% de la Palestina histórica. Ese 22% —Jerusalén Este, Cisjordania y Gaza— está hoy ocupado por Israel, que además aplica un sistema de segregación racial —definido como tal por la Corte Internacional de Justicia— y que cuenta con 750.000 colonos en Jerusalén Este y Cisjordania.

Esa estructura colonial israelí está detalladamente planificada para anexionarse más territorio palestino. Dispone para ello de leyes racistas y discriminatorias, aprobadas desde 1950 hasta la actualidad, con las que ha podido apropiarse de bienes ajenos, incluidas decenas de miles de viviendas palestinas a las que sus dueños nunca pudieron volver. Varias normativas israelíes garantizan privilegios para la población judía a costa de la discriminación de la población palestina.

El mapa de ese 22% de la Palestina histórica muestra un conjunto de zonas sin conexión territorial, divididas. Cisjordania es como un queso gruyere, con localidades separadas por un entramado de asentamientos, vallas, muros, checkpoints, tierras y carreteras de uso exclusivo israelí. El 60% está oficialmente bajo pleno dominio militar israelí, establecido así por los propios Acuerdos de Oslo en los años noventa, y en el resto Israel también mantiene el control.

A eso se suman las nuevas ocupaciones, anexiones, construcción de asentamientos y despliegue de la estructura de apartheid desde entonces.

En 1947 la Asamblea de Naciones Unidas –cuyas resoluciones no son vinculantes– aprobó un plan de partición de Palestina. En él asignaba el 54% del territorio a un Estado judío y el resto, a un Estado palestino -con Jerusalén como enclave internacional- pese a que dos tercios de la población total era palestina, con 1.300.000 palestinos y 600.000 judíos.

De esos 600.000, la mayoría habían llegado en los últimos cuarenta años en oleadas migratorias organizadas por la Agencia Judía.

El reparto contemplado por la ONU perjudicaba notablemente a la población indígena palestina. Aun así, Israel no se conformó. A través del Plan Dalet -trazado en marzo de 1948 y ampliamente documentado por el historiador israelí Ilan Pappé, entre otros- las organizaciones armadas sionistas impulsaron una limpieza étnica con masacres y expulsiones de población palestina antes de que los países árabes vecinos se involucraran militarmente en mayo de ese año, tras la declaración de independencia del Estado de Israel.

En solo seis meses, aprovechando el marco de la guerra con las naciones vecinas – y habiéndolo planeado e iniciado antes de la misma- las organizaciones sionistas y el recién fundado Ejército israelí impulsaron el desplazamiento forzado de 750.000 personas palestinas -que nunca pudieron regresar a sus casas- y ocuparon un 24% más de territorio, hasta hacerse con el 78%. Es lo que los palestinos llaman la Nakba, el “desastre”.

En 1967 Israel tomó el territorio restante, ocupó ilegalmente Gaza, Jerusalén Este y Cisjordania —expulsando a otras 300.000 personas palestinas— además del Sinaí egipcio y los Altos del Golán sirios. Todos esos territorios, excepto el Sinaí egipcio, están a día de hoy bajo ocupación israelí.

A diferencia de la ocupación de 1948, Naciones Unidas sí aprobó varias resoluciones vinculantes en el Consejo de Seguridad –la primera, en 1967– pidiendo el fin de la ocupación de esas áreas, pero Israel siempre las ha ignorado. A lo largo de las décadas, los gobiernos israelíes han podido normalizar su impunidad con las relaciones preferenciales y el apoyo de la Unión Europea, Reino Unido y EEUU.

En 2024 la Corte Internacional de Justicia subrayó la ilegalidad de la ocupación de Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este. Estos Territorios Ocupados Palestinos son las fronteras habitualmente aceptadas por la comunidad internacional, pero la impunidad israelí marca la realidad y los mapas en el terreno.

La desconexión territorial y la ocupación actual de Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este convierten el Estado palestino en algo irrealizable, a no ser que se obligue a Israel a retirar a los 750.000 colonos, a poner fin a su ocupación ilegal, su sistema de apartheid, su genocidio.

De lo contrario, estos reconocimientos solo serán gestos para lavar la cara de países que han apoyado a Israel a lo largo de estas décadas y que han facilitado sus crímenes. Es más, podrían servir para garantizar un proyecto palestino ad hoc, a la medida de los intereses del colonialismo israelí.

Mapa de los territorios ocupados palestinos. En azul, en Cisjordania el area C, correspondiente a la ocupacion ilegal isrsali/ONU

Así lo señalaba este verano la relatora de Naciones Unidas para Palestina, Francesca Albanese: “Reconocer el Estado palestino, en el punto álgido del genocidio, es un acto tardío de coherencia que, SIN EMBARGO [sic], si no se respalda con sanciones concretas para poner fin al apartheid y sus crímenes asociados, corre el riesgo de desviar la atención de la amenaza existencial que enfrenta el pueblo palestino”.

Foto: Refugiados palestinos huyendo en 1948 durante el éxodo masivo (Nakba)/Fred Csasznik

Articulo de Olga Rodríguez . El Diario.

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