El aumento de la espiral de violencia se produce pese a la renuncia este martes del primer ministro K. P. Sharma Oli y varios de sus ministros, que no han logrado calmar a la población ni detener las protestas del movimiento autodenominado Generación Z.
La residencia privada del ex primer ministro recién dimitido, K. P. Sharma Oli, también fue incendiada, mientras otros líderes de alto nivel, como el ex primer ministro Sher Bahadur Deuba, fueron agredidos en sus viviendas.
Su esposa, Arzu Rana Deuba, ministra de Exteriores, también resultó atacada, en un episodio captado en imágenes que circulan ampliamente en redes sociales.
Además, varios manifestantes dejaron semidesnudo y tiraron al río al ministro de Finanzas, Bishnu Prasad Paudel, para luego golpearlo y hacerlo desfilar.
El Ejército de Nepal emitió un comunicado en el que llamó a la población a mantener la calma y la moderación tras la renuncia del primer ministro, apelando a “evitar más pérdidas humanas y materiales” y a buscar “una solución pacífica mediante el diálogo político”.
En la misma línea, el alcalde de Katmandú, Balendra Shah, se sumó al llamamiento y pidió a los manifestantes moderación para evitar un mayor derramamiento de sangre.
El saldo de víctimas en Nepal ascendió este martes a 25 fallecidos desde el inicio de las protestas el lunes, desencadenadas por la decisión del Gobierno de bloquear 26 redes sociales —entre ellas Facebook, Instagram y TikTok— luego de que estas no se registraran, medida que la población más joven consideró un ataque a la libertad de expresión.
La violencia se trasladó también a los penales. De acuerdo con el medio local Onlinekhabar, más de 900 reclusos escaparon de la cárcel de Kaski, en Pokhara, tras un asalto de manifestantes del movimiento Generación Z que destruyeron instalaciones y atacaron a los guardias. Otras prisiones, como las de Kailali y Lalitpur, también fueron incendiadas.
El diario Khabarhub reportó que la cárcel de Nakkhu, en Lalitpur, quedó completamente vacía, ya que los custodios abandonaron sus puestos, permitiendo la huida de alrededor de 1 500 internos, lo que generó gran alarma por el deterioro de la seguridad.
La violencia también golpeó a las fuerzas del orden. En Koteshwor, distrito de Katmandú, tres policías fueron asesinados brutalmente luego de rendirse, según testigos.
La multitud incendió primero la comisaría y luego arrastró a los agentes a la calle, donde fueron linchados. La policía calificó el hecho como “un acto bárbaro que refleja la grave crisis de seguridad en la capital”.
Edificios clave del Estado como el Parlamento, el Tribunal Supremo, la Presidencia y las residencias de más de una veintena de ministros —incluido el exmandatario K.P. Sharma Oli— fueron incendiados, al igual que las oficinas del conglomerado de prensa Kantipur Media Group.
Ante el descontrol, las autoridades mantienen cerrado el aeropuerto de Katmandú, mientras la crisis política se profundiza tras la renuncia del primer ministro Oli y de al menos cinco integrantes de su Gabinete, en un intento fallido por calmar la revuelta.
Desde ayer lunes rige toque de queda en Katmandú desde las 12H30 hasta las 22H00 hora local. El Ejército desplegó tropas en coordinación con otras fuerzas de seguridad, mientras los saqueos, incendios y actos vandálicos a gran escala siguen descontrolándose, dijo en un comunicado.
La semana pasada, las autoridades prohibieron un grupo de redes sociales que no se registraron ante el Ministerio de Comunicaciones y Tecnología de la Información. Ello detonó protestas contra la corrupción y en favor de la apertura de esas redes que iniciaron en Katmandú y luego se extendieron a otras ciudades. Aunque el Gobierno levantó la prohibición, esto no frenó los disturbios.